Por Rufi Guerrero
Al público le gustan los refritos ¡que duda cabe! Esas imágenes de músicos salidos de alguna película de los 80s y cursis homenajes a cada dos minutos, son el delirio de los televidentes norteamericanos. El Grammy llega cada año para despertar el lagrimeo y el sentimiento chaborrístico yankee durante 3 horas. Por alguna extraña razón, este año no tocaron ni Phil Collins ni U2, pero la ceremonia no acusó su ausencia y fue tan aburrida como siempre. ¡Con razón la transmiten los domingos por la noche! es perfecta para dejar a la gente dormida en menos de 30 minutos.
El espectáculo comenzó con Paul Simon y Art Garfunkel, quienes llevaban alrededor de 10 años sin pisar un escenario juntos, casualmente el mismo tiempo que llevaban sin agredirse físicamente. Cantaron ‘Los sonidos del silencio’, aplausos, gente de pie, lo de siempre. Siguió No Doubt, con una interpretación acústica de ‘Underneat it all’ para luego soltar ‘Hella Good’, con muñecos voladores y Gwen Stefani en una nota militar. Nadie les paró mucho, los extras que ocupaban asientos entre el público salían del recinto a medida que las grandes estrellas iban llegando.
Tras sopíferas presentaciones de Norah Jones y Dixie Chicks, Coldplay animó el ambiente con ‘Politik’, en una espectacular interpretación acompañados de la Orquesta Filarmónica de New York, aunque a decir verdad, Chris Martin debería estar pensando seriamente en pagarle regalías a Tom Yorke por plagiarle todos los gestos.
Avril Lavigne se fue con las manos vacías de la entrega, pero ofreció el show que más gente movió. Un contingente provisional de adolescentes sacados de alguna secundaria neoyorkina armaron una gigantesca olla frente al escenario para consolar a la canadiense, quien fue la que más nominaciones había acumulado.
Bruce Gibb fue homenajeado por los miembros de N’Sync, quienes interpretaron un popurrí de éxitos a capella, con unos beats raperos de Justin Timberlake incluidos. Como era de esperarse, la gente se paró de sus asientos, aplaudió y lloró, todavía no sé si de la nostalgia o de la risa. Después de esto, no me habría extrañado que el homenaje a Joe Strummer estuviese a cargo de Blink 182 o La Ley, ya cualquier cosa podía pasar.
Eminem apareció por trigésima quien sabe cuanta vez consecutiva en una premiación del Grammy. A los productores norteamericanos se le van agotando las ideas anualmente, aunque a favor del rapero hay que decir que como siempre, se lució en su presentación. Otro rapero, Nelly, hizo un dueto con su tocaya de Destiny Childs. Quien si merece un Grammy es aquella persona que pueda descifrar si existe alguna diferencia entre todos estos raperos que pasan por MTV.
Bruce Springteen también se apuntó en la línea de los reencuentros con su E Street Band, con quienes también llevaba más de 10 años sin verse. Tocaron ‘The Rising’ y el público… el público ya no contaba, aplaudían a cualquier cosa que se moviese sobre el escenario, solo faltaba que saliese Daniel Sarcos a presentar a Soda Stereo y Guns n Roses.
Sheryl Crow prefirió a Kid Rock antes que a Lenny Kravitz para acompañarla en el dueto de ‘You are an original’. Sheryl Crow es una mujer sabia, ya no cabe duda.
Los pocos que quedaron despiertos, pudieron apreciar quizás el mejor perfomance desde hace muchos Grammys hacia acá. Dave Grohl, Bruce Springteen -acompañado de E Street Band-, Elvis Costello y Tony Kanal hicieron una agresiva versión de ‘London Calling’ en homenaje a Joe Strummer, el líder de The Clash desaparecido a finales del año pasado. Soberbio, sin palabras.
En cuanto a la premiación, lo mismo de siempre. Los galardonados fueron exactamente los mismos que lideraron la cartelera de ventas durante todo el 2002. Todo un sorprendente círculo vicioso que no parece acabar nunca.
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